Ella
por: Nancy H. Bustavino M.
Ella era la existencia, un sol de medianoche, como una descripción sin limites; era la esencia de mis pensamientos, el calmar de mis deseos, la brisa que acaricia la noche.
No tuve nada más que ver, en el instante en que roce su hermosura; porque sentí haberla conocido, haberle sonreído un tiempo atrás.
Ayer pase por ese lugar, lleno de bastos recuerdos, los que justifican mi dolor. Fue entonces que en una banca del cementerio jardinero decidí escribirle, a ella, a mi musa, mi inspiración de armonías.
Fue en una tarde fría, cargada de vientos sin nombre y un atardecer que gastaba al cielo de colores. Fue aquella rosa que recogí del pasto la cual llego a sus incomparables manos no se como, y propicio un suspiro que mano del aire como el dulce pensar de un sabio.
Ella apareció frente a mí con su tétrica presencia, la cual me enamoro cual nefasto deseo. Recogí la rosa y mire hacia al frente; vi sus piernas, no llevaba calzado alguno, vi mientras me levantaba su vestido negro, una falda larga y un corsé detallado. En una mano llevaba plumas de cuervo y en la otra llevaba su par de botas mojadas.
Logre al fin levantarme y mirar su cara, su cabello oscuro como la majestuosa noche…mi dulzura de achiras. Si decir una palabra estire mi brazo y le ofrecí la rosa que había tomado del suelo, ella miro su mano, aquella en donde llevaba las plumas de cuervo, y en ese momento el viento las arrebato de su mano, dejando así espacio para mi rosa, mi rosa negra…
A ella no parecía importarle tanto mi obsequio, solo echaba la mirada hacia las plumas de mensajero.
Yo puse mi rosa en su mano y corrí a recoger las plumas. Al mirar hacia su espacio, me percate de que solo quedaba su par de botas sin agua.
Desee estar dormido y volver a soñar, lo cual nunca bastaría, su cadáver encontré entre matorrales, justo allí en su fría tumba, rodeada de flores y neblina, colgada de hechizos y mentiras. Una tumba tal cual propietario, con vista al infinito, sin horizonte, un certero calvario; triste y material sustancia. Tan sola y solitaria, tan firme y desmenuzada…
Caí herido a sus pies, despreocupado, no se porque…
Desperté en una cueva, salí de ella y logre verla al fin, sin describirla…fue todo en mi vida hasta que me vi partir.
Ya no estaba ella, ya no estaba yo, solo la fría niebla en donde mi mente murió. Ahora estoy sin ella en un lugar desconocido, no se si fue mi hogar, no se si estoy perdido, necesito respirar, no siento su mirar.
Tan solo esta ella, mas no su presencia solo esta su cuervo, el cual anuncia mi descenso. Pues sin ella soy nada, sin mi muestra de ilusiones.
Que apaguen todas las luces, que se filtren los océanos, que muera cada poeta y que no lleguemos a ser ancianos.
Que cada hoja de cada árbol se queme cuando un soplo húmedo se aparezca. Que las rosas pierdan interés, que se vuelvan de papel quedando sin color, sin esencia, sin su frágil olor.
Que un adiós no quede en la mete, porque egoísta soy ahora, en mi el amor se ahoga. Que aparezca mi alma, que se sortee mi felicidad, aquí en este lugar en donde se pierde el tiempo.
Que la Luna ame al Sol y al fin se vallan de aquí, de este angosto mundo. Que la música se funda en un piano, que al volver de un viaje de supuesto opio, coma de mi la desesperanza.
Vuelve a mi, ella vuelve aquí, fue la autentica belleza despreciada quien mostró a la majestuosa noche en su despertar.
Que Dios me ayude a olvidad, porque la muerte ansío, que el Diablo me acabe de llevar, porque ni en mi confío.
Llueven sobre mí, jaulas rotas, un llanto dulce, y en mi soledad resuenan sobre mi piel los consejos del viento, que ahora son más sabios que la mente de Bunbury y Marx.
Ha muerto en mi repiracion, ella se quedo sin vida y yo sin mundo…Ahora eso es ella, mi amante imaginaria, o eso al menos dice la gente sencilla.
jueves, 12 de marzo de 2009
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